Autor: Dr. Enver Vega Figueroa, Director de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Federico Villarreal y Egresado del I Doctorado en Desarrollo y Seguridad Estratégica del CAEN-EPG.
En la tradición sociológica, múltiples teorías han tratado de explicar por qué ciertos individuos o grupos se desvían de las normas sociales. Este artículo ofrece un enfoque comparativo de diversas teorías sociológicas sobre el crimen y la desviación para comprender sus causas estructurales, simbólicas e individuales. ¿Qué revelan estas teorías sobre la relación entre poder, control social y comportamiento desviado en las sociedades contemporáneas?
Las teorías sociológicas abordan la desviación desde diferentes ángulos: algunas miran la estructura social (como la pobreza o la desigualdad), otras se enfocan en la construcción simbólica de las normas (quién decide qué es desviado) y otras en las características individuales o psicológicas. Por ejemplo, un joven que comete un robo puede ser interpretado como víctima de exclusión social (enfoque estructural), como alguien estigmatizado por su entorno (enfoque simbólico) o como un sujeto con bajo autocontrol (enfoque individual). Todas estas perspectivas ayudan a entender que el comportamiento desviado no puede reducirse a una simple elección personal; sino, exige la comprensión de los niveles de la nueva realidad criminal (Vega, 2020).
Previamente, es preciso delimitar algunos conceptos clave. El crimen es una forma específica de desviación social que implica la transgresión de normas legales. La desviación, en sentido amplio, se refiere a conductas que se apartan de las expectativas sociales, sin ser necesariamente ilegales (Orcutt, 2016). La teoría del etiquetamiento sostiene que el desviado es a quien se asigna tal etiqueta, más allá de su conducta original (Matsueda, 2007). Por su parte, la teoría del conflicto entiende el crimen como resultado de desigualdades estructurales y relaciones de poder (Gilmore y Buckler, 2022). La teoría del aprendizaje social plantea que el comportamiento criminal se aprende en interacción con otros (Triplett, 2015), mientras que la teoría del control social sostiene que el apego a instituciones reduce la probabilidad de delinquir (Orcutt, 2016). A estas se suman la teoría de la autodisciplina, centrada en el control individual de impulsos (Gottfredson, 2019), y la teoría de la tensión, que atribuye el crimen a presiones estructurales (Agnew, 2015).
En el párrafo anterior se ofrece un panorama general de las principales teorías sobre la desviación. Por ejemplo, si un adolescente de un barrio marginal se une a una pandilla, la teoría del aprendizaje diría que aprendió el comportamiento de su grupo; la del control social señalaría que carece de vínculos con instituciones protectoras como la escuela, la familia, la comunidad; la del etiquetamiento observaría cómo es marcado por la sociedad como delincuente; y la del conflicto resaltaría que su criminalización responde a una lógica de dominación social. Así, cada teoría aporta una lente diferente para interpretar una misma conducta.
Un fenómeno complejo en América Latina es el crecimiento de la criminalidad juvenil en sectores urbanos periféricos. Según cifras oficiales de Brasil, México y Perú cerca del 30% de los delitos violentos son cometidos por personas menores de 25 años. Muchos provienen de contextos de pobreza, violencia familiar y deserción escolar. Más del 50% de los jóvenes en estas zonas no culminan la secundaria. Estas condiciones reflejan tensiones estructurales, déficits de control social efectivo y una cultura delictiva emergente alimentada por redes informales (Hernández, 2022).
Este panorama muestra cómo el crimen juvenil no surge en el vacío, sino en contextos donde fallan las instituciones sociales y formales. Por ejemplo, un joven sin acceso a educación ni empleo puede ser reclutado por redes delictivas locales como única fuente de ingreso y pertenencia. Las condiciones estructurales (pobreza, exclusión, violencia doméstica) y la falta de oportunidades crean un caldo de cultivo para que emerjan culturas de la ilegalidad como modos de vida alternativos.
Desde la teoría del conflicto, esta realidad expresa un orden social en el que las élites definen qué se considera crimen y a quién se penaliza (Gilmore y Buckler, 2022). Las políticas punitivas tienden a enfocarse en los sectores empobrecidos, mientras delitos como la corrupción empresarial reciben menor sanción. Así, el sistema penal refuerza la criminalización de la pobreza.
Esta teoría pone en evidencia que el poder define las normas y su aplicación. Por ejemplo, un joven que hurta en la calle puede recibir una pena de cárcel, mientras un ejecutivo que comete fraude millonario puede evitar la prisión con apoyo legal. Así, el derecho penal actúa selectivamente, castigando con mayor severidad a quienes menos poder tienen, lo cual perpetúa la desigualdad social.
La teoría del etiquetamiento amplía esta perspectiva. Una vez etiquetado como delincuente, el individuo experimenta exclusión social, lo que incrementa la probabilidad de reincidencia (Matsueda, 2007). Este proceso se relaciona con la desviación secundaria: la respuesta social al acto inicial refuerza una identidad desviante (Conyers y Buchanan, 2018). En este sentido, el sistema judicial no solo sanciona, sino que también reproduce conductas desviadas.
Cuando alguien es identificado y tratado como delincuente, esa etiqueta afecta su identidad y sus oportunidades futuras. Por ejemplo, un joven que cumple condena por un delito menor puede ser rechazado por empleadores o instituciones educativas, lo que lo empuja de nuevo al crimen. Así, la reacción social puede terminar consolidando una carrera delictiva que inicialmente no era inevitable.
La teoría del aprendizaje social explica cómo el crimen se transmite culturalmente. En contextos donde las oportunidades legales son escasas, los jóvenes aprenden técnicas y justificaciones para delinquir a través de sus redes sociales más cercanas (Triplett, 2015). Este aprendizaje se ve reforzado cuando el entorno recompensa estas conductas. Paralelamente, la teoría de la tensión señala que la imposibilidad de alcanzar metas legítimas, como el éxito económico, genera frustración, lo que puede llevar a vías ilegítimas para obtener reconocimiento o recursos (Agnew, 2015).
Estas teorías muestran cómo el entorno influye en la conducta. Por ejemplo, en un barrio donde muchos sobreviven del narcotráfico o el robo, los jóvenes pueden aprender que delinquir es una forma normalizada de obtener estatus o dinero. Además, si sienten que no tienen forma legal de progresar, como estudiar o conseguir un trabajo digno, pueden optar por caminos ilegales como vía alternativa de ascenso social.
El enfoque del control social destaca el papel de los lazos afectivos e institucionales. Individuos con vínculos sólidos con la familia, la escuela o la comunidad tienen menos probabilidades de delinquir (Orcutt, 2016). Cuando estas instituciones se debilitan, aumentan las conductas delictivas. En esta línea, la teoría de la autodisciplina introduce un componente psicológico: las personas con bajo control de impulsos tienden más al comportamiento antisocial, especialmente si carecen de supervisión o normas claras (Gottfredson, 2019).
Aquí se resaltan los factores protectores del comportamiento: un adolescente con padres presentes, que asiste a la escuela y participa en actividades comunitarias, tiene menos riesgos de incurrir en actos delictivos. Pero si crece sin supervisión, con normas laxas y con dificultades para controlar sus emociones, puede volverse más impulsivo y propenso a actuar de manera antisocial, especialmente en entornos permisivos o violentos.
La desviación positiva, por otro lado, invita a reconsiderar ciertos actos desviados como potenciales catalizadores de cambio. No todas las desviaciones son negativas: algunas pueden cuestionar normas injustas, proponer nuevas formas de convivencia o desafiar estructuras opresivas (Heckert, 2016). Esta visión introduce una dimensión ética y política a la noción de desviación.
Este enfoque ofrece una mirada transformadora: algunas conductas que se desvían de lo establecido pueden ser necesarias para el progreso social. Por ejemplo, los movimientos por los derechos civiles en Norteamérica o las luchas feministas rompieron normas establecidas, pero lo hicieron en nombre de la justicia. Desde esta perspectiva, ciertos actos desviados no solo no deben ser condenados, sino valorados como impulsores del cambio social.
En conclusión, el crimen y la desviación son fenómenos complejos que no pueden explicarse por una única causa. Las teorías sociológicas revisadas ofrecen herramientas complementarias para comprender los múltiples factores: estructurales, culturales e individuales, que inciden en la conducta desviada. ¿Cómo integrar estos enfoques en políticas públicas que no solo castiguen, sino que prevengan e incluyan?
Referencias
- Agnew, R. (2015). Strain theories. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. https://doi.org/10.1002/9781405165518.wbeoss265.pub2
- Conyers, A., y Buchanan, M. (2018). Secondary deviance. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. https://doi.org/10.1002/9781405165518.wbeos1229
- Gilmore, E. y Buckler, K. (2022). Conflict theory of crime and delinquency. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. https://doi.org/10.1002/9781405165518.wbeosc090.pub2
- Gottfredson, M. (2019). Self‐control theory of crime. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. https://doi.org/10.1002/9781405165518.wbeoss070.pub2
- Heckert, D. (2016). Positive deviance. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. https://doi.org/10.1002/9781405165518.wbeosp060.pub2
- Hernández, H. (2022). Homicidios en América Latina y el Caribe: magnitud y factores asociados. Notas de Población, 48(113), 119-144. https://hdl.handle.net/11362/47698
- Matsueda, R. (2007). Labeling theory. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. https://doi.org/10.1002/9781405165518.wbeosl002
- Orcutt, J. D. (2016). Crime, social control theory of. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. https://doi.org/10.1002/9781405165518.wbeosc156.pub2
- Triplett, R. (2015). Crime, social learning theory of. The Blackwell Encyclopedia of Sociology. https://doi.org/10.1002/9781405165518.wbeosc157.pub2
- Vega, E. (2020). Enfoque criminológico en la investigación científica de la nueva realidad criminal. Archivos de Criminología, Seguridad Privada y Criminalística, 24, 71-79. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=7188123